25 de junio de 2008

Marlene con fondo rojo

Tengo una noticia buena y una mala. O más bien, una que parece buena y una que parece mala. Aunque bien pudiera ser al revés.

La número uno es la buena o la que parece buena. La noticia número uno es que mañana me caso. ¡Me caso! Marlene es preciosa, lo cual es estupendo. Además de ser preciosa es mi novia, lo que es mucho mejor. Yo quiero a Marlene y, por esta banda, todo es plácido y promete inagotable dicha para ambos.
Ahora toca abordar la noticia número dos. La mala o la que parece mala. Normalmente la noticia mala empaña a la buena, y aquí radica mi lamentable estado de aturdimiento y confusión. La noticia número dos es larga de explicar y más aún de entender, así que empezaré por el principio:
Yo no quiero ser esquizofrénico. Pero nadie me dio a elegir y me tocó. Me tocó un día, como la lotería. O al revés que la lotería, que nunca me tocó. El caso es que lo soy. A veces tengo delirios. No sabría decir si muchas o pocas veces porque aún no he aprendido a discernir mis alucinaciones de las cosas que son, según dicen, reales. ¿Cómo explicarlo?...:yo tuve una novia. Se llamaba Silvia y olía a violetas. Su delicioso olor me perfumaba incluso cuando hablábamos a través del teléfono. Esto debió de alertarme, y visto desde el actual momento, me siento estúpido por no haber sospechado de ella a tiempo. Silvia cocinaba de maravilla y recitaba larguísimos poemas de memoria mientras yo la escuchaba embelesado. Pasaba con ella casi todo el día: Silvia me acompañaba durante el reparto de correo (¿dije que soy cartero?), se ocupaba de buscar en la guía las direcciones más difíciles y era la mejor apilando las cartas por orden de entrega. Al salir del trabajo dábamos un paseo por el parque, montábamos en bici o nos tomábamos un chocolate con churros en el bar Manolo. Nuestra relación era cada vez más intensa, hasta el punto de que rompí incluso relaciones con familiares y amigos para dedicarme exclusivamente a Silvia, día y noche.

Fueron meses plenos y apasionados, aunque también tormentosos. Silvia tenía un carácter bastante tempestuoso y a veces le acometían accesos de cólera que me hacían temblar. Después de estos arrebatos solía desaparecer durante días para volver de nuevo a casa con su cara perfecta e inocente y su fresco olor a violetas, como si nada hubiera ocurrido. Yo no comía, no dormía, sólo procuraba agradar a Silvia y cada vez me encontraba más desmejorado. Mi familia se mostraba enormemente preocupada por mí y, a pesar de mi rechazo a entablar contacto con ellos, un día lograron, por medio de un amigo, que visitara a un médico. Esto fue sólo el principio de una larga odisea de visitas, consultas, diagnósticos y tratamientos. Silvia me acompañaba, furiosa conmigo por dejarme influir por los médicos. Yo me sentía cada vez más nervioso y desorientado. Los médicos me preguntaban por Silvia, ella les gritaba, yo intentaba hacerla callar. Percibía mi propia vida como un volcán que anuncia su pronta explosión y me temía lo peor. Finalmente, todo acabó. Mal y rápido. La palabra esquizofrenia cayó sobre mí como una losa y a regañadientes comencé mi tratamiento. Llegaron inyecciones, más médicos y...una caja de pastillas rojas. Llegó mi mejoría física, llegó mi mejoría psíquica, y sí, Silvia se fue. Se esfumó, desapareció, se desvaneció...y con ella toda mi vida anterior.

Con el tiempo me he acabado acostumbrando a mi salud o a la ausencia de Silvia....Con el tiempo he recuperado mi vida social, mis viejas costumbres e incluso he podido ir abandonando aquella excesiva medicación. Sigo trabajando de cartero, montando en bicicleta y he conocido a Marlene. Marlene y yo leemos novelas, vamos al cine cogidos de la mano y nos besamos en los ascensores. Cuando hablamos por teléfono no logro detectar su olor y nunca desaparece sin dejarme una nota. Nuestra relación es apacible y tranquila. A pesar de ello, a veces recuerdo mis delirios y me sumo en hondas depresiones; suerte que Marlene, serena, sonriente, me asegura que ella sí es real (aunque también Silvia lo juraba, colérica, frente a los médicos). Mañana nos casaremos, todo está listo, mi traje está planchado, los anillos preparados y el fotógrafo contratado. Marlene es real. Es real. Real. Sin embargo, no puedo apartar de mi mente la caja de pastillas rojas que abandoné, contra las advertencias médicas, en mi mesilla de noche, hace ya demasiado tiempo. Las viejas pastillas rojas...En un acto automático, alargo la mano, abro el cajón, busco con mis dedos ciegos la caja, la destapo, presiono y clic, una pastilla, suave, redonda, encarnada, cae sobre mi palma.
.......
Me despierto. He dormido toda la noche de un tirón. Recuerdo vagamente mis pensamientos de ayer: Una buena noticia y una mala, y una mala.... Me incorporo de un salto y miro alrededor ansioso. Aliviado por un instante, descubro mi traje de chaqueta aún planchado sobre la silla.

- Marlene, ¿has visto mis calcetines? ...... ...... ¿Marlene? ......
..... ....... ........ ¿Marlene?........... .......
..... ........ ....... .......... ¿M....? ........ ......... ....
............ ......... ............. .......

- ¿Sí, cariño?