28 de febrero de 2006

ejercicio medusil... (me ...dusa)

Entro corriendo en el tren como si llevase puestas unas playeras
aladas. Esta vez fue por poco, pero llegué a tiempo. Me siento,
intento leer un libro mientras miro de reojo a la chica de enfrente
que es todo pelo, todo sonrisa, todo cuerpo y aunque yo levante la
vista a cada capítulo, a cada párrafo, a cada línea,
no me atrevo a mirarla a los ojos. Aparto la mirada como si tuviese
miedo de quedarme petrificado si llegásemos a coincidir, como si
fuese a hechizarme aun más, así que sigo con mi libro por escudo,
pensando que es el tipo de mujer que no sabe lo guapa que es y por eso
será que no se mira en el reflejo de la ventanilla, ni quizás en los
espejos. Y entonces yo, que he sido fuerte, yo, que he evitado su
mirada, yo, al levantarme en la estación del centro, fui precisamente a
enredarme con su pelo, me atrajo a sí y me zambullí en él para
arrancarle un mechón de cabello que conservar entre los míos y no pude
salir. Allí encontré a otros como yo, agarrados a su mechón y
arrastrándose como serpientes en un pelo vivo que ya no pudimos
abandonar. Y nos hemos convencido de que es mejor así, vivir arrastrados
como serpientes, que haber muerto petrificados por una mirada.

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