28 de junio de 2006

El buen cine

Ahí está. Un pimer plano. Se acerca. Es él. EL ASESINO DE POMPAS DE JABÓN. Porta todas sus armas y está listo para el ataque (le delata su cara de villano).
Aparece entonces en escena, como a cámara lenta, un querubín de unos cinco años. Rizos rubios y pies descalzos. El espectador ya teme. El espectador imagina. Niño haciendo pompas de jabón.
Asesino se acerca (niño pompas). Aesino se acerca aún más (niño pompas pompas ríe pompas). Intriga, mucha ingtriga. El asesino de pompas de jabón se sitúa tras el niño (espectador se hunde en su sofá). El tiempo parece detenido. Una eternidad transcurre antes de que el asesino incline levemente su cara hacia atrás, de que hinche sus carrillos, y un fétido soplido entre en acción: Pompas mueren. Niño llora. Asesino ríe malvadamente. Espectador coge una palomita de maíz. Aplaude. Bravo. Bravo.

No hay comentarios: