Morir pasa en lunes

Hoy también me he librado...creo que por los pelos, casi sentía su presencia apuntándome con un rifle automático Browing M14. Estoy en su punto de mira, lo sé. También sé que un día de estos caeré. Tranquilamente lo espero, así, sin más. Sé que mi silencio vale muchos millones, ellos también, y quién sabe si cualquier día se me cruza un cable y acabo en la comisaría de la estación explicando Todo. Todo con mayúscula y Todo sobre Todos. Por eso sé que no me queda mucho tiempo. Podría predecir palabra por palabra el acontecimiento. Será un lunes, de eso estoy segura, las cosas irreversibles siempre pasan en lunes. Será un lunes en que RENFE vaya con retraso. Anuncian mi parada, cierro el libro, me pongo la chaqueta y bajo del tren. No hay novedades, su mirada en mi nuca se ha convertido en una rutina, cosa de acostumbrarse. Salto la vía. Siempre he sabido que este atajo abre cientos de flancos desde donde soy un blanco perfecto, pero ir por caminos más seguros sólo me alargaría un par de días la existencia. O quizá ni eso. Y me gusta el atajo. Casi diría que me excita el subir por la escarpada pendiente que une las vías con la carretera sintiendo el calor, el ardor de su mirada en la nuca. Un dedo, un único dedo en el gatillo, sin el más mínimo temblor, una sola gota de sudor en su frente. Fiu (ni siquiera pum, sólo fiu) y yo caigo. Leve ardor en el cuello, leve, sólo un par de segundos, y después nada. Nada durante unos minutos, ya sabéis, por disimular...Luego me levanto, me sacudo el polvo de los vaqueros, le guiño un ojo a Jimmy, que está encaramado en el tejadillo de la estación, con su rifle de madera, y sigo caminando cansinamente hacia la carretera.
-¡El próximo lunes a la misma hora! me grita Jimmy desde su atalaya. Respiro hondo, me siento bien. Todos deberíamos morir al menos una vez por semana, me digo, mientras subo, un lunes más, la pendiente que me lleva camino del trabajo.