12 de diciembre de 2005

otro cuentito

(otro ejercició rescatado de portaviones y tomates)

Teniamos más agua encima nuestro que debajo, y eso que estabamos en un
portaviones flotando en medio del oceano pacifico. Llevava ya siete
dias diluviando, los chicos estavan nerviosos. Cuando no se puede
salir de maniobras se come más, se juega más y se pelea más. El
capitan me confeso que la situacion era insostenible, y yo sabia que
casi no quedaban viveres.
No paro de llover, pero ha veces no hace falta solucionar todos los
problemas. Cuando nos enteramos que el "estrella lejana", barco
insignia de la flota militar de mercancias, estaba aqui cerca, supe
que: Uno; nosotros estavamos muy lejos, y Dos; que llevaban
comida fresca. EL capitan me confeso que la situacion estava salvada,
teniamos alimento y lo que más necesitavamos, una distracción.
Una vez acoplados los barcos el decargo fue epico. El navio tan solo
llevaba tomates, al menos eran tres toneladas de tomates que empezamos
a descargar bajo una lluvia torrencial. A mike se le cayo una caja.
Peter lanzo un tomatazo a John y los dos siguientes salieron en
dirección a mi. La testosterona acumulada durante una semana hizo el
resto y la batalla se prolongo entre risas y gritos hasta el
anochecer. Jamas habia visto correr tanto a los soldados, empapados de
rojo pasion, por la pista principal. El capitan tuvo que confesarme que
el tambien habia estado rebolcando a los pilotos por la pista
atomatada.
Dejo de llover. llego la noche y una chicha calma, la cubierta era un
espectaculo de gente dormida lamiendose la mejilla con sabor
acido-dulzon. nadie estaba donde habia de estar y entonces vimos el
submarino enemigo. Debia llevar allí un buen rato, sino no, no lo
habriamos detectado, pues el radar hacia tiempo que tan solo detectava
tres pepitas de tomate. solo yo y Ryan lo sabiamos. No hacia falta
hacer nada, estabamos a su merced, nos podian atomatar cuando
quisieran. Solo se lo comunicamos al capitan, que tuvo que confesar
que teniamos una flor en el culo, por que los japos, al ver una
cubierta de cuerpos pringosos y aviones atomatados debieron pensar ...
nose... algo debieron pensar para dar media vuelta y huir como si
tuvieramos tomatosis. Desde aqui, me permito confesar por escrito que desde
entonces, el miedo sabe a tomate.

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